FRANCISCO MARTÍNEZ (LA RAZÓN)._ Theresa Zabell fue campeona olímpica en vela en los Juegos de Barcelona’ 92 y Atlanta’ 96. Después creó su fundación, Ecomar, que ha alcanzado la mayoría de edad. «Este planeta se llama Tierra, pero casi todo es agua y hay que empezar a cuidarlo por ahí», dice.
–¿Cómo nace Ecomar?
–Nació coincidiendo con mi retirada de la vela olímpica. Después de tantos años navegando por el mundo, me di cuenta de que en España navegábamos poquísimo. Hay dos objetivos: que los niños y las niñas españoles se acercaran al mundo del mar y hacer programas medioambientales.
–¿Maltratamos el mar?
–El mar es el destino final de los residuos que no se procesan adecuadamente. El 90 por ciento de lo que va al mar no viene de la costa, viene de tierra adentro.
–En la bahía de vela en Brasil apareció un brazo humano, también está el zika… ¿Preocupan los Juegos de Río?
–El zika no tanto, pero es penoso que naveguen en aguas así. He tenido contacto con la Federación Internacional de Vela y nos han pedido consejo de cómo se puede limpiar la zona. El origen del problema no tiene solución de cara a los Juegos, sí para más adelante, y lo tendrían que solucionar no por los Juegos, sino por el estado de Río y del planeta. Para los Juegos, un mes antes tendrían que sacar a las Fuerzas Armadas para limpiar eso, y hacerlo todos los días.
–¿Fue una irresponsabilidad dar los Juegos a Río?
–No es de recibo que tú prometas un proyecto, no se cumpla y no pase nada.
–Madrid 2020 prometió austeridad y fracasó…
–Madrid 2020 era el mejor proyecto, y cien por cien realizable. Luego muchas personas lo que quieren es votar la magnificencia. Tenemos que ser realistas y en el mundo del olimpismo hay que estudiarlo a fondo.
–Visto con perspectiva, ¿es rentable organizar unos Juegos?
–Si se hace bien, sí, y ahí está Barcelona. Antes del 92, Barcelona no estaba en el mapa, y España, casi tampoco. Después no sólo nos situaban, sino que éramos simpáticos y buenos gestores. Y Barcelona sigue entre las ciudades más visitadas del mundo. Son campañas de imagen que parecen caras, pero son rentables.
–Fue vicepresidenta del COE, la primera mujer en un puesto así. ¿Por qué lo dejó?
–Llevaba ocho años y soy de las que piensan que en estos cargos no hay que estar indefinidamente. Cuando has dado todo, hay que dar un paso hacia un lado.
–¿Faltan mujeres en puestos directivos del deporte?
–En el mundo del deporte, cuando yo empecé, prácticamente no navegaban mujeres. No pude ir más joven a los Juegos porque la vela femenina entró relativamente tarde. Pero lo pongo en positivo: nos tocó vivir una etapa de transición y ahora podemos presumir de que en los Juegos el 50 por ciento son hombres y el 50 mujeres. Ha sido un proceso largo, pero tampoco es bueno que se consiga de un día para otro, no sería natural. Ahora toca que eso mismo se haga en los órganos directivos.
–Las deportistas españolas sí están al alza…
–Durante un tiempo no se apostó por ellas. En mi época era más difícil. Hasta que la vela fue olímpica yo navegaba en una clase que no era olímpica e iba a Mundiales sin subvención. Iba con la ayuda de mi club, mi familia y una parte que ahorraba lavando el coche al vecino… Pero ir al Mundial era mi sueño. La primera vez que lo hice, en Holanda, quedé la 33. Tenía 16 años y dormía en una tienda de campaña, pero para mí era la bomba. No lo digo en el aspecto crítico, fue una experiencia de vida.
–¿Qué recuerda de su época de eurodiputada?
–Fui una política atípica. Los últimos años de mi época deportiva había tenido contacto con los secretarios de Estado, hablaba de temas como flexibilizar el Plan ADO o la seguridad social de los deportistas, que se aprobó el año pasado, y te estoy hablando del 93… Cuando me acababa de retirar iban a incluir el deporte en una Comisión en el Parlamento Europeo. Me llamó el PP, les pedí un tiempo y acepté con unas condiciones: no hacer más de dos legislaturas y que el deporte tenía que ser independiente de los partidos políticos. Me gustó más de lo que pensé.
–La de político no es ahora la profesión más valorada…
–En el Parlamento Europeo no es como los políticos de aquí, que parece que se dedican a tirarse los trastos, aunque luego dentro no es tan así. Allí no, allí en cuanto sale cualquier tema que pueda ser de interés para tu país, los partidos políticos dejan de existir y hay una piña. En aquella época éramos 64 diputados españoles y 63 íbamos en una piña. Todos menos el de HB. Había mucho sentimiento nacional para temas, por ejemplo, de cultura.
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