La doble campeona en 470 reconoce que descubrió a los 11 años que su gran ilusión era convertirse en olímpica después de verlo en televisión

Theresa Zabell (Ipswich, Reino Unido, 22/5/1965) tuvo claro desde muy jovencita que un día iba a convertirse en deportista olímpica. Lo que nunca pudo imaginar es que se convertiría en la única atleta olímpica española en ganar dos medallas de oro y además lo hizo de manera consecutiva, en Barcelona’92 y Atlanta’96.

“Yo descubrí a los 11 años lo que quería ser en la vida y era ir a los Juegos Olímpicos y lo descubrí viendo la tele”, recuerda. “En aquella época, la vela femenina no estaba incluida en el programa de los juegos igual que muchísimos otros deportes”. Ahí empezó su sueño y al mismo tiempo su obstinación por llegar allí, haciendo historia. 

“Empecé a competir de jovencita y a ir a regatas fuera, pagándolo de mi bolsillo, por supuesto. Yo empecé a navegar en la clase Optimist, como casi todo el mundo y luego en Europa, de un solo tripulante y que luego fue olímpica en Barcelona. En Seúl introdujeron el 470 como prueba para mujeres a ver como reaccionábamos”, recuerda. “En Europa gané mi primer campeonato del Mundo coincidiendo con que la vela iba a tener una categoría en Seúl’88. Entonces me vengo a vivir a Barcelona, hice la preparación olímpica, navegando con Sara Higuera y fuimos las mejores” 

Aunque el bonito sueño que se acercaba, se truncó de golpe. “La Federación decidió que tenía que ir otra tripulación. Aquello fue un revés muy duro porque estaba convencida que iba a ir. No entendía que me dejaran fuera del 470 femenino en una reunión donde se procedió a dar los nombres”, recuerda aún con cierta amargura. “Estuve unos meses sin navegar, me dio un bajón bastante fuerte pero luego decidí que tenía que volver y que mi sueño todavía se podía cumplir y volví más fuerte que nunca con ganas de demostrar que podías estar arriba, y aprendes muchas lecciones con los reveses en la vida…”.

El reto fue mayor para Theresa. “Decidí  que iba a disfrutar del camino que tenía que llevarme a los Juegos, y que a veces olvidamos. Empecé a navegar con Patricia Guerra y todos éramos conscientes que ella era la mejor tripulante y yo la mejor patrón. Yo siempre he tenido la suerte de tener buenas tripulantes técnicamente pero como personas, y eso te ayuda muchísimo”. Su dominio era total en la clase 470 así que esta vez parecía que el sueño se iba a cumplir y además bañado en oro. “Un medio nos llamó la medalla más segura del deporte español”, recuerda.

Aunque ese oro no fue precisamente un camino de rosas, con líos con los jueces que las penalizaron injustamente. “Teníamos claro que no valía la pena arriesgar porque éramos buenas en todas las condiciones, y en la primera salida hay una llamada individual. Sabemos que no somos nosotras, pero vemos que señalan a España. Todavía lo pienso ahora y no doy crédito. Luego, en un vídeo de TVE se veía que no éramos nosotras, pero no lo declararon válido y no lo admitieron”, explica. 

Lejos de entregarse, fueron a por todas. “ Si matemáticamente es posible, no hay que tirar nunca la toalla. Vamos a por ellas porque en peores plazas hemos toreado”. Esa fortaleza mental les llevó a lograr el ansiado oro olímpico y en casa. “En ese momento, fue esa sensación de alivio porque pudimos cumplir con las expectativas que nos marcamos. Luego con el tiempo te das cuenta del papelón que tuvimos que pasar y como lo lidiamos”. Tras el éxito en Barcelona, aún tuvo tuvo la ilusión por Atlanta’96, aunque cambió a Patricia por Begoña Vía-Dufresne. Volvió a vivir una odisea pero se sobrepuso de nuevo para colgarse el oro en Savannah.

Su vida dio un giro. Fue madre por primera vez en 1997 pero la vela siguió ahí. “En el 98, estaba navegando con Patricia y quedamos novenas en el Mundial de Palma de Mallorca. Una posición que nos dejó sin beca”, explica. Creyó que era una injusticia y después de batallar se cansó y volvió a Madrid. 

Aunque la vida le depararía nuevas aventuras. “Lo primero que hice al volver a Madrid es montar la Fundación Ecomar, en el 98 y empiezo a trabajar, legalmente constituida en el 99. Pero en las elecciones europeas de junio, me llaman del PP para ocuparme del deporte y enseñar los programas comunitarios en el deporte. Si llevas luchando por cambios y cuando te piden formar parte de ese cambio, por responsabilidad no puedes decir que no”, explica. Ocupó el asiento 470. “Cuando me dan la tarjeta, me creo que es una broma de alguien…¡Luego averigüé que me había tocado! Estuve una legislatura de cinco años, lo que pacté como independiente”.

Luego llegó al COE de vicepresidenta primera viviendo los Juegos “de manera diferente”. Entró en la Junta Directiva de ADO, con el tema de las becas, y “consideré que había llegado al final de una etapa” Después de haber participado en tantos organismos y proyectos sigue unida a la Fundación que creó en 1998. “Es un proyecto mío. Siempre he pensado que es como mi tercer hijo”, dice.

Para Theresa Zabell la experiencia olímpica de Barcelona 92 con la de Atlanta’96 fue “como de la noche al día”. En Barcelona los atletas disfrutaron de los Juegos junto al mar, aunque nosotras no pudimos pasar mucho tiempo ya que salíamos temprano y regresabamos tarde, aunque no hay duda que se cuidó todos los detalles como la entrega de medallas. En Atlanta fue bastante triste”. Para Zabell, “Barcelona’92 siempre será especial por cumplir mi sueño y no he visto unos Juegos mejores”, asegura.

Patricia Guerra, regatista grancanaria en la 470, formó el tándem perfecto junto a Theresa Zabell para el oro olímpico en Barcelona’92. Guerra estuvo en Seúl’88 junto a Adelina Mimi González -y donde firmó el décimo puesto-. “Mimi decidió no seguir navegando y a mí me apetecía ir a otros Juegos. Coincidí con Zabell y la dedicación ahora sí fue exclusiva. La beca ADO fue la gran diferencia. Antes de 1992, las ayudas eran mínimas”, dice.

Para los Juegos de Barcelona, junto a Theresa, la presión era máxima después de haberlo ganado todo previamente. “Los Juegos de Barcelona fueron muy estresantes”, recuerda. “Fueron diez días de tensión y en donde te jugabas el esfuerzo de ocho años de trabajo. El premio de la medalla fue bonito para un deporte como la vela, que no cuenta con un gran seguimiento. Barcelona fue muy especial, salió todo perfecto aunque en ocasiones he tratado de no pensar demasiado en ello”, dice.

RAMÓN PALOMAR (DIARIO SPORT)

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