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Theresa Zabell (51 años) se ha decidido a dar el primer paso internacional con su Fundación Ecomar, que lleva ya 18 años sumando actividades en España partiendo de su sede central en el distrito madrileño de Chamartín. Siempre con el objetivo de concienciar a los más pequeños sobre la importancia de preservar el medio ambiente y, más concretamente, el mar.

Una labor que encuentra en el verano el caldo de cultivo ideal para desplegar sus recursos, en asidua colaboración con patrocinadores privados. Ahora en Portugal también, como acaba de suceder en la playa de Santo Amaro, en la zona de Oeiras, un enclave ubicado entre Lisboa y Cascais.

Allí ABC fue testigo de su altruismo por esta buena causa, que logra motivar a menores de 6 a 14 años para que valoren semejante contribución. Nos rodean treinta chavales, que forman una entusiasta brigada.

«Nosotros lo llamamos limpieza de costas, más que de playas. Porque no solo se trata de retirar los residuos de la arena y las rocas, sino igualmente de todo el entorno», señala a este periódico la doble campeona olímpica, exeurodiputada del PP y exvicepresidenta del Comité Olímpico Español.

Unos monitores supervisan las tareas y ofrecen las bolsas adecuadas para que los desperdicios sean recogidos de forma correcta: orgánico, inertes, vidrio y papel o cartones.

«Lo que hacen no es más que recoger basura, pero se lo pasan en grande, aprenden y se sienten útiles», argumenta Zabell, quien ha encontrado un aliado en Tiago Marcelinho, quien trabaja para la Marina de Oeiras y comparte los mismos objetivos.

De hecho, él seleccionó a los jovencitos, que se hallan en el municipio realizando un campamento de verano donde a la vez que se divierten y practican deporte (vela, piragüismo, etcétera) interiorizan nuevos conceptos ecológicos.

«El voluntariado y la solidaridad son valores que tenemos en común con la Fundación Ecomar», cuenta este afable portugués por delante de un panel que subraya el top ten de los desperdicios más habituales; encabezan la lista las colillas de cigarros, seguidos de trozos de plástico, tapones de plástico, poliestireno, envoltorios de comida, bolsas de plástico, pajitas, botellas de plástico, botellas de vidrio, latas de bebidas y chapas.

«Si lo tiras al suelo, lo tiras al mar», es la leyenda que preside su dedicación antes de recordar que «la lluvia y el viento arrastran los residuos hasta los ríos».

Theresa destaca que, de esta forma, los niños ven «lo serio que todo esto es y se van concienciando hasta llegar a la edad adulta». Una misión resumida por su equipo en unas sesiones de trabajo que dan pie al informe anual, puesto en común en unas sesiones que dieron la clave para desembarcar en el país vecino. «Ponemos en un mapa todos los puntos donde hemos realizado acciones y, claro, siempre queda el hueco de Portugal». Así se puso en marcha la internacionalización de Ecomar, que se convierte en realidad después de unas intervenciones similares en Punta Umbría, Palma de Mallorca y Villagarcía de Arosa. Y llegarán más en septiembre: Jávea y un pantano de Valladolid.

Por sus hijos

Zabell confiesa que la estrategia nació en el seno de su propia familia. Ella instó a sus propios hijos a implicarse en el lavado de cara de la orilla del mar. «Y fue mi hijo pequeño quien me dio la clave. ‘‘Mamá, lo que vamos recogiendo no lo podemos dejar aquí porque, si no, vendrán otros y lo volverán a tirar’’».

Los kilos de basura que salen a la luz se traducen en una cantidad similar de litros de la bebida de cola por excelencia, cuyo destino será el Banco Mundial de Alimentos.

Por cierto, este próximo 30 de julio se celebra una actividad de la Fundación Ecomar con un perfil distinto, aunque igualmente loable: la octava Regata de Discapacitados de Palma de Mallorca.