Recuerdo perfectamente el día que descubrí lo que quería hacer en la vida. Tenía 11 años y estaba sentada en un sofá delante de un viejo televisor con una gran caja y una mini pantalla, con poco color.

Viendo los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, me divirtió ver como los equipos vestían chándales con los colores de las banderas de sus países, me fascinó la competición en sí y la ceremonia de entrega de medallas me inspiró para empezar a soñar. Sueño que, con el tiempo, se convirtió en un reto y acabó siendo mi objetivo.

La vida, tal y como la había conocido hasta entonces, cambió. Nada volvió a ser igual. Cada vez me daba más cuenta de que si quería conseguir algo diferente a lo que había conseguido hasta entonces, debería hacer las cosas también de una forma diferente.

El deporte femenino casi no existía y los apoyos eran casi inexistentes. Con 14 años me encontraba haciendo `fundraising´ para poder comprar mi primer barco y, más adelante, viajar a competiciones internacionales a las que, dicho sea de paso, los chicos iban con los gastos pagados.

Confiaba en que el tiempo cambiaría las cosas y así fue. Para los Juegos Olímpicos de Seúl 88, habría por primera vez un evento para mujeres dentro del programa. Orienté toda mi vida a lograr el sueño de esa niña de 11 años. 

Después de muchas horas de gimnasio, millas navegadas, entrenos con calor, frío polar, tormentas, granizo y un largo etcétera, llega el día en el que nos leen la lista de convocados. A pesar de unos magníficos resultados a nivel internacional, mi nombre no aparece en él. Estoy atónita, no doy crédito, pienso que el mundo está en contra mía y dejo de navegar.

La distancia me ayuda a darme cuenta de que esto no es el final, solo el comienzo. Vuelvo con el propósito de ser más fuerte que nunca, deportiva y psicológicamente, y destrozar las estadísticas existentes, y así fue.

Eramos las claras favoritas para ganar el oro en Barcelona 92, no en vano llegábamos como campeonas de España, Europa, del Mundo y números uno del ranking mundial. ¿La estrategia? no arriesgar, la competición es muy larga y conocemos las estadísticas; nadie había logrado ganar una medalla de ningún color en la historia de los Juegos con un descalificado en la primera prueba.

En la primera prueba cantan una salida prematura. Sabíamos que no éramos nosotras, habíamos salido retrasadas, sin embargo en el primer paso de boya una pizarra tenía dibujado ESP. Nos vemos obligadas a abandonar el campo de regatas.

A pesar de que en el vídeo se veía claramente que ESP no se había adelantado, no logramos que rectificaran y permanecimos en la última posición. Prueba a prueba, día tras día logramos mantener los nervios controlados y, además de hacer buenas regatas, meter barcos entre nosotras y las que encabezaban la clasificación.

Si ahora pudiera hablar con la Theresa de ese momento, el primer día de regatas, le diría que no se preocupara, fuera de su zona de confort está el camino.

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