Publicado en el Diario AS, por Enrique Ojeda
Estos días ha estado en Oviedo como miembro de jurado del premio del Deporte de los Princesa de Asturias, porque Theresa Zabell es uno de los deportistas españolas de más relieve, aunque lleva casi veinte años retirada de la vela en activo, tras abandonar en 1998 con dos medallas de oro en los dos únicos Juegos Olímpicos que disputó en la categoría de 470: Barcelona 92 y Atlanta 96. Y podía haber continuando, pero las normas del ADO, y su aplicación rígida, le dejaron sin beca, y sin esa ayuda, «y para evitar más polémicas», salió del agua como competidora para llevar su experiencia a otros ámbitos del deporte.
Theresa, la segunda de seis hijos de un matrimonio británico, nació en Ipswich (1965), pero sus padres decidieron establecerse en España, donde el matrimonio había pasado la luna de miel, y establecidos en Fuengirola y luego en Málaga, el resto de los hijos nació en territorio español (Simon, por ejemplo, es premio de Bellas Artes español), y Theresa empezó a competir a los catorce años ya con nacionalidad española, porque fue en el Mediterráneo donde se aficionó a la vela.
A los veinte años ya era la mejor española, campeona del Mundo en Clase Europa, aunque sus grandes éxitos llegarían en el 470, y en los Juegos Olímpicos de Barcelona, con Patricia Guerra de compañera, ganó la medalla de oro. Cuatro años después, con Begoña Vìa Dufresne, en Atlanta 1996, y en guerra abierta con la Federación Española, también se proclamó campeona. Dos Juegos, dos oros: la única española con esos metales en un grupo exclusivo, con Nadal, Llaneras, Craviotto y Deferr.
No son los únicos éxitos de la malagueña nacida en Inglaterra, porque Theresa Zabell ha ido coleccionado éxitos nacionales e internacionales: 12 veces campeona de España, cinco veces campeona del mundo en tres categorías, y cuatro de Europa, además de ser la mejor del ránking mundial varios años. Incluso, a primeros de siglo fue elegida la mejor regatista del siglo XX.
Tras los Juegos Olímpicos de Atlanta aprovechó un año sabático para ser madre, Olimpia, la mayor de sus dos hijos, y aunque no es muy partidaria de los tatuajes, tuvo que asumir la promesa de colocarse unos aros olímpicos en su piel, «discreto, en el tobillo». Luego, ya retirada, tendría a su segundo hijo, un muchacho.
Tras su adiós un tanto prematuro, de 1999 a 2004 fue eurodiputada española por el partido popular, pero si militar en el PP, «era porque Europa quería desarrollar una política deportiva y se podía aprovechar el conocimiento de deportistas de alto nivel». Si amistad con Javier Arenas, en aquellos años uno de los hombres importante del partido, fue decisiva para entrar en la lista.
Cumplió su tarea, y regresó a España para seguir al frente de la Fundación que fundó en 1999, Ecomar, dedicada a la vela y al mar, y en la que sigue como presidenta ejecutiva, un trabajo que comparte con otras dedicaciones profesionales, aunque antes, en 2007, Alejandro Blanco la llevó a la vicepresidencia del Comité Olímpico Español, del que salió «porque ya había cumplido con mi labor, y se necesitaban nuevos impulsos», dice. La exjudica Isabel Fernández la suplió en el cargo.
Con una amplia formación, actualmente trabaja para un grupo para la organización de grandes eventos deportivos, además de asesoramiento deportivo. Y todo sin perder de vista su pasión por la mar.