“Cuando todo está perdido”, el ser humano se aferra a cualquier mano que se le tienda. Da igual de donde venga, de que color sea o que intenciones tenga. Personalmente no sé que se puede hacer más para evitar tantas muertes de subsaharianos en nuestro Estrecho y en las costas almerienses y canarias. Personas que se aferran a lo único que les queda: entrar como sea y al coste que sea en lo que ellos consideran el “paraíso”. Los datos son escalofriantes: 20.000 muertos en dos décadas.

Salvamento Marítimo y la Cruz Roja, junto a la Guardia Civil del Mar se fajan casi a diario en salvar a esas personas, que hacinados en cascarones de seis y siete metros, navegan sin ningún medio tecnológico desde las costa de África a las de España. Sin agua y sin alimentos, se juegan esa “lotería” bajo un sol de justicia que es testigo, una y otra vez, de desgarradoras situaciones.

Esas imágenes que vemos por la televisión o en las fotos de prensa te dan mucho que pensar, pero al día siguiente, con nuestra rutina nos olvidamos.

Parece muy fácil echarse a la mar y cruzar un “pequeño” mar Mediterráneo, pero no lo es. Cuando me contaron el argumento de la película “Cuando todo está perdido”, que protagoniza el gran Robert Redford, mi primer pensamiento no fue en los regatistas que se dan la vuelta al mundo en un velero con una tecnología impecable, no. Pensé en lo mal que lo pasan esas personas que en algún momento de su vida deciden echarse la manta a la cabeza y navegar hacia lo desconocido, porque les han prometido una vida mucho mejor. Personas, que prefieren ser tragados por el mar a seguir viviendo en la miseria.

Universal Pictures me dio la oportunidad de amadrinar esta gran película antes de su estreno oficial y, sin dudarlo, dije que sí. Viéndola te conciencias de lo mal que se puede llegar a pasar en la mar y como te ronda la muerte en cada segundo que pasas luchando por sobrevivir. El 14 de febrero se estrena oficialmente. No dejéis de verla.

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